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lunes, 17 de agosto de 2009

Sobre estética y "lo feo"




La estética, ha sido un tema de estudio a lo largo de la historia. Es tan complejo como tantos escritos que se han realizado sobre este; y tan sencillo para resumirlo en una frase muy conocida: “todo depende del cristal con que se mira…” Ejemplos sobran, desde la idealización del hombre planteada en el renacimiento, hasta la aparente superficialidad que denota el art pop.

Más allá de corrientes e ideologías culturales, artísticas y sociales, cuando hablamos de una obra artística tenemos que remitirnos al uso de los sentidos; es imposible apreciar una obra si no es a través de estos, en este caso del sentido de la vista. Sólo podemos prescindir de estos en el etéreo “mundo de las ideas” que plantea Platón, ese mundo donde no hace falta sentido alguno para darle su justo valor. Y es que cuando hablamos de una obra de arte, nos referimos precisamente a eso: a la obra: es injusto hacer un juicio estético, cuando se encuentra rodeada de diferentes factores: factores sociales, culturales, económicos, psicológicos, entre otros tantos que nublan nuestro juicio objetivo sobre determinada obra que consideramos “arte”.

Grotesco, término que asociamos a una de las llamadas “categorías estéticas”, esas que parece ser, no tienen más lógica que el capricho del hombre, esas que giran en torno a la belleza, o como mencionan otros a la ausencia de belleza lo que se le conoce como “juicio antiestético”. A lo largo de la historia se han manejado estas categóricas con algunas variantes donde lo sublime es la más alta valoración de la estética y lo grotesco el punto más bajo, igualmente hay quienes justifican esta jerarquía acorde a lo que llaman “un ethos”, es decir una reacción emocional, o sentimental: una impresión afectiva. Pero, para juzgar una categoría, entran en juego otros aspectos: la técnica, el nivel de conocimiento, el grado de impresión, su nivel de trascendencia, etc. Como se mencionó con anterioridad, el primer acercamiento que tenemos con una pintura es a través de los ojos; no es necesario conocer mucho de la obra, mucho menos del artista para saber apreciarla o desecharla, es decir, un “primer acercamiento”, para después tener una “contemplación”, un análisis más detallado de su significado, de la técnica, de las dimensiones, etcétera; para juntar toda esa información en una “asimilación” y finalmente formar un “juicio” (que no por llevar un proceso deja de ser subjetivo) de la obra vista. Pero ¿en qué parte de este proceso se le asigna un valor, una categoría a lo que previamente paso por la mirada?, hay quienes dicen que el primer acercamiento es el más justo; y eso sólo me recuerda cuando dicen que los niños y los borrachos dicen la verdad, el primer acercamiento a la obra es por decirlo de alguna forma, virgen, es solamente la relación pintura-espectador, lejos de los elementos viciados ajenos a este. Pero también hay quien dice que no se puede apreciar verdaderamente hasta después de asimilar toda la información, que la obra no es solamente la obra, sino un con bagaje de conocimientos y sentimientos e ideologías vaciadas en el lienzo que se observa.

Mi hipótesis se basa en que la Estética no es más que un capricho del hombre. La Filosofía se encarga del estudio de todas las cosas por medio del uso natural de la razón, y la estética es uno de sus campos de estudio, pero está se basa de muchas variables, menos de la razón.

Al igual que en el ying yang, donde lo negro tiene algo de blanco y viceversa. Sabemos que en el arte lo bello puede tener algo desagradable o feo y viceversa. Pero esta interpretación radica en la obra en sí o en el receptor? Para mi, debe radicar en la obra y nada más, no estamos juzgando ni al artista, ni una corriente, ni siquiera lo que la obra representa o quiere decir.

La única forma de juzgar una obra racionalmente, es de forma comparativa, y principalmente en el aspecto técnico y de impacto cultural, social, artístico, etcétera. Los demás juicios que se realicen de las mismas serían en un juicio subjetivo. El único juicio que es realmente justo e inequívoco es en el “mundo de las ideas” de Platón, donde ni siquiera son necesarios los sentidos para poder apreciar una obra de arte.

Finalmente la obra de Lucian Freud se le puede considerar como grotesca, lejos de los convencionalismos de belleza en los cuerpos y hasta en la técnica empleada, pero es precisamente por esta última que tiene su valía en lo referente a la estética, así como en la reacción que puede causar en el receptor, y eso grotesco puede ser bello en cuanto a la crudeza de las imágenes.